Hildegarda, en particular, recomienda no comer cebolla cruda.
La cebolla no tiene un buen calor pero una humedad penetrante. Crece gracias al rocío que aparece al amanecer, es decir, cuando las fuerzas del rocío ya se han disipado. Si se come crudo, es peligroso y venenoso, al igual que el jugo de plantas nocivas. Cocido, es bueno para comer, porque el fuego destruye lo que en él es dañino. Y es bueno, cocido, para los que tienen enfermedades de los ojos o fiebre, o tienen gota; para los que tienen el estómago enfermo, causa dolor tanto cocido como crudo, porque está lleno de 'humedad'.